Mistificaciones ideológicas aparte es claro que el 18 de julio en su origen responde a una conspiración y una sublevación militar que fracasa en su objetivo esencial: acabar con el gobierno del Frente Popular. Parte del Ejército se subleva contra el poder constituido y su fracaso, parcial puesto que logra imponerse en buena parte del territorio nacional, es la mejor prueba de que el 18 de julio no fue un alzamiento ni un movimiento nacional sino una conspiración y un pronunciamiento militar. El Jefe nominal, como es bien sabido, era el león del Rif, el general José Sanjurjo. Su director efectivo era el general Emilio Mola, cuyo brazo derecho en la trama, auténtico Jefe de Estado Mayor de la conspiración, era el teniente coronel Valentín Galarza. La organización fundamental que servía de enlace era la UME (Unión Militar Española), asociación de oficiales, reservistas en su mayoría, de vinculaciones políticas monárquicas y parafascistas. El protagonismo militar es indiscutible.
La diferencia respecto a otras situaciones históricas es que, tal conspiración y tal pronunciamiento, se dan en una sociedad mucho más politizada y socialmente más compleja que en situaciones precedentes. Circunstancias todas ellas que, junto al fracaso de los golpistas en imponerse y del propio Estado en abortar la rebelión, explican que la situación derive hacia una guerra civil.
Reig Tapia, Alberto (1988): «La justificación ideológica del
alzamiento de 1936», en García Delgado J. L. (ed.): La II República
española. Bienio rectificador y Frente Popular, 1934‑1936, Madrid, Siglo
XXI, p. 217-218.
“Base 1ª La conquista del poder ha de efectuarse
aprovechando el primer momento
favorable, y a
ella han de contribuir las Fuerzas Armadas, conjuntamente con las aportaciones
que en hombres y elementos de todas clases faciliten a los grupos políticos,
sociedades e individuos asilados que no pertenezcan a partidos, sectas y
sindicatos que reciben inspiraciones del extranjero: socialistas, masones,
anarquistas, comunistas…
Base 5ª Se tendrá en cuenta que
la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes
posible al
enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos
los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al
movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para
estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas”.
Instrucción reservada nº 1 del general Emilio Mola, 25 de abril de 1936
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